De formación autodidacta, Andreu Alfaro es considerado uno de los escultores valencianos más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Su primera exposición, que tuvo lugar en la Sala Mateu de Valencia en 1957, consistió en una serie de dibujos de líneas en los que no levantaba el lápiz del papel. Una muestra que sería muy bien recibida por la crítica y que supondría un espaldarazo a su incipiente carrera.
La visita a la exposición «50 ans d’art moderne» en Bruselas, celebrada en el contexto de la Exposición Universal de 1958, produciría un cambio radical en su práctica artística. Allí quedó deslumbrado por las obras de escultores como Umberto Boccioni, Constantin Brancusi, Julio González o Naum Gabo. El encuentro con Oteiza y su ingreso en el Grupo Parpalló ese mismo año afianzarían definitivamente sus deseos de convertirse en escultor.
Alfaro empezó entonces a realizar unas esculturas sencillas, compuestas por varillas de metal y planchas de latón. Tal y como él mismo explica: «Mi paso a la escultura fue un problema de espacio, dándole a la palabra “espacio” el significado más vulgar que toda la gente entiende: espacio en el sentido de capacidad. Las cosas que hago se me salen del cuadro, del plano. Necesito más sitio y no tengo más alternativa: me salgo, me voy al espacio. Los medios tienen que cambiar, ya no me sirven el lápiz, los pinceles y los colores; empiezo a utilizar alambres y la hoja de lata de los botes de conserva, lo que tengo más a mano1».
A finales de los años sesenta, su estilo daría un giro con la aparición de un nuevo tipo de escultura a base de varillas metálicas yuxtapuestas que creaban una sensación de movimiento, conocidas como Generatrices y tramas. Alfaro llevaría esta técnica al campo de la escultura pública, y es así como podemos ver ejemplos de las mismas en el parque de Viveros o en la avenida de Aragón, ambos en Valencia, y en ciudades como Tárrega, Andorra o Fráncfort.
El jazz aparece durante la etapa final de su carrera en una serie de obras de pequeño formato realizadas en latón pintado de blanco y negro, o simplemente pulido, en las que reproduce las formas de los instrumentos más característicos de este género musical. En esa misma época se da a conocer también una serie denominada Cercles, de 1997, en la que el protagonismo lo tienen unos círculos realizados en acero corten sobre los que realiza diversas perforaciones a modo de puntos, rectángulos o formas sinuosas.
Andreu Alfaro sería uno de los primeros artistas cuya obra comenzó a coleccionar Hortensia Herrero al entrar en contacto con ella a través de las exposiciones que se le dedicaron en diversas galerías de la ciudad de Valencia, como la de Rosalía Sender. La colección Hortensia Herrero contiene buenos ejemplos de los distintos estilos de Andreu Alfaro, como las Generatrices o los Cercles que realizó al final de su carrera.