La obra de Antonio Girbés bebe de las fuentes del pictorialismo, de los creadores que encontrarían en la fotografía una vía de expresión artística. Desde sus primeros trabajos, realizados en cementerios, supo apreciar la belleza de la muerte, la melancolía de las esculturas funerarias, la plasticidad de las flores. Unas obras que manipula en el laboratorio para dejar lo inerte en blanco y negro y dotar de color a la vida.
Tras formarse en París como asistente de Horst P. Horst y trabajar esporádicamente en el mundo de la fotografía de moda y gastronomía, su trabajo se centra en las flores, en los bodegones que tantos artistas habían cultivado en el pasado y a los que él se acerca con su cámara pero dándoles siempre un tratamiento pictórico, en la línea de otros artistas como Tina Modotti o Robert Mapplethorpe.
Del bodegón pasa a lo que bien podríamos denominar el retrato, otro de los géneros clásicos del arte, pues realiza una serie denominada Cabezas cortadas en la que aparece uno de los elementos más característicos de su obra: el trampantojo. Girbés fotografía tanto cabezas de seres vivos como de esculturas de piedra, de tal forma que resulta difícil discernir cuál corresponde a cada categoría.
La siguiente etapa en su carrera la constituye el encargo que recibe por parte de Elena Ochoa –quien por aquel entonces acababa de poner en marcha el proyecto de Ivory Press junto con su marido, Norman Foster– para que realice una serie fotográfica sobre un tema concreto. Así surge Forbidden City, un trabajo que, como su nombre indica, está centrado en la Ciudad Prohibida de Pekín y que sería incluido en el pabellón de Italia en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2006 dentro de una exposición titulada «C on Cities».
En esta serie, Girbés da una vuelta de tuerca más al trampantojo. Fotografía un detalle arquitectónico real para construir su propia arquitectura a partir del mismo. Al fin y al cabo, como diría Susan Sontag, «fotografiar es apropiarse de lo fotografiado1». En estas obras busca la simetría y el centro está ocupado por un cuadrado negro en el que uno puede verse reflejado o incluso pasar a estar dentro de la obra.
Girbés emprende una serie de viajes que lo llevan a visitar ciudades como México, Nueva York, Londres, Venecia, Estambul o París, donde toma prestados elementos arquitectónicos de muy diversos edificios para crear sus propias construcciones, para conformar esa ciudad global compuesta de retales de otras ciudades con las que crea bancos, bibliotecas, teatros u óperas: toda una serie de edificios que pueblan esa ciudad imaginaria que recibe el nombre de Delirious City y que no deja de ser un homenaje a los arquitectos de todos los tiempos como Andrea Palladio, Antonio Gaudí, Félix Candela o Norman Foster, entre otros.
Este trabajo se expone en 2011 en el espacio de Ivory Press en Madrid y un año más tarde en la galería neoyorquina de Ramis Barquet. Ese mismo año forma parte de la exposición «Real Venice», que primero tendrá lugar en la abadía de San Giorgio Maggiore de Venecia dentro de la Bienal de Arte de 2011, en lo que constituye la primera toma de contacto de Girbés con este emblemático espacio, y que posteriormente viajará a la Sommerset House de Londres, donde el artista compartirá protagonismo con fotógrafos del nivel de Lynne Cohen, Philip Lorca di Corcia, Nan Goldin, Pierre Gonnord o Candida Höfer.
Girbés recibe la propuesta de realizar una exposición individual en la abadía de San Giorgio Maggiore en Venecia durante la Bienal de Arquitectura de 2018 y ahí es donde empieza su relación con la coleccionista Hortensia Herrero, quien accede a patrocinar dicha muestra. Una relación que se he prolongado en el tiempo con la adquisición de varias obras.