La literatura siempre ha sido una fuente de inspiración para Jaume Plensa. Tal y como afirma el propio artista: «Tengo un grupo de poetas amigos que, aunque no me hayan influido especialmente por el conjunto de su trabajo, sí me han tocado profundamente con algún momento preciso de su obra1». T. S. Eliot, William Shakespeare, Dante, Baudelaire, Goethe o Vicent Andrés Estellés son algunos de esos escritores que le han acompañado a lo largo de su vida y que le han servido de inspiración para infinidad de obras.
No obstante, esa influencia literaria no se limita a las lecturas del artista, sino que se extiende también a la propia letra como elemento con el que compone sus esculturas. Plensa empezó con el alfabeto latino para ir incorporando otros alfabetos como por ejemplo el hebreo, el árabe, el chino, el japonés, el griego, el cirílico, el coreano o el hindi. Para él, cada letra tiene una belleza única pero todas juntas son una muestra de la diversidad del mundo y de la convivencia entre distintas culturas. Plensa ha utilizado las letras de muy diversas formas, ya sea en cortinas, en gongs o en el cuerpo humano, quizás sus obras más conocidas. Y es que la intersección del lenguaje con el cuerpo es una de las bases de su trabajo. Según explica el artista: «Una letra no parece nada, es algo humilde, pero unida a otras forma palabras, y las palabras forman textos, y los textos pensamiento. Es un poco la idea de la piedra fundacional, alrededor de la cual se construye el templo, luego la ciudad, el país, el continente y el universo2».
Cuando recibió el encargo de Hortensia Herrero para intervenir en el ábside del antiguo Palacio Valeriola y actual centro de arte, Jaume Plensa recurrió a ese universo de letras para producir por primera vez una instalación que se apodera de un espacio bautizado por el artista como el ombligo de dicho centro. Como cuenta el propio Plensa: «Este espacio me cautivó desde el principio para realizar algo que no hubiera hecho nunca3». Así, creó sobre la pared una segunda piel con sus letras provenientes de diversos alfabetos, mediante los que quiere mostrar la diversidad que hay en el mundo. Unas letras fabricadas en acero inoxidable 314, que es el mismo utilizado en el edificio Chrysler de Nueva York: un rascacielos que siempre ha fascinado al artista.
La relación de Hortensia Herrero con Jaume Plensa viene de lejos, pues fue uno de los artistas seleccionados para exhibir su obra en la Ciudad de las Artes y las Ciencias en una serie de tres exposiciones organizadas por la Fundación Hortensia Herrero. La suya tuvo lugar en 2019 y en ella mostró siete cabezas de siete metros y siete toneladas de peso cada una. Una de las esculturas, María, fue adquirida por la fundación y otra, Silvia, por Mercadona y ambas han sido instaladas enfrente del estadio de La Cerámica, en Villarreal.
Ciudades como Londres, Chicago, Nueva York, Miami, Seúl, Singapur, Burdeos o Tokio, entre muchas otras, acogen de forma permanente esculturas monumentales de Jaume Plensa, lo que le ha convertido en uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional.