Las multitudes han sido las protagonistas casi absolutas de la obra de Juan Genovés. Una muchedumbre de figuras humanas que vagan por sus cuadros, ya sea huyendo de algo, como pueden ser los policías franquistas, en unas obras que de inmediato se convertirían en símbolo de la lucha antifranquista, o en busca de otros semejantes, como su conocido abrazo, que pasaría a ser el emblema de la reconciliación que tuvo lugar durante la Transición en España.
Pintor valenciano formado en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, pasó a formar parte de varios grupos de artistas muy activos tras la posguerra en España como “Los siete” (1949), “Parpalló” (1956) y “Hondo” (1960) hasta que encontró su propia voz en medio de esta escena artística. El año 1966 supuso un punto de inflexión en su carrera pues se hizo con la mención de honor en la XXXIII Bienal de Venecia, lo que hizo que Frank Lloyd, fundador de la galería Marlborough de Londres, se fijara en su obra y le propusiera trabajar con la que por aquel entonces era una de las galerías de mayor prestigio internacional con artistas entre sus filas como Francis Bacon, Lucian Freud, Mark Rothko o Henry Moore. Aunque su compromiso con la lucha antifranquista le llevó a seguir siempre en España, su obra empezó a disfrutar de una mayor visibilidad internacional.
Esa obra caracterizada por las multitudes sufriría un cambio en la etapa final de su carrera, en la que las figuras humanas comenzaron a presentar una amplia paleta de colores y la pintura creció en cuanto a la materia, aumentando en relieve y convirtiéndose casi en un pequeño objeto escultórico. Si Fontana buscaba la tercera dimensión a través del vacío de las incisiones que realizaba sobre la tela, Genovés la alcanzaría a través de la adición de materia a esos pequeños individuos.
Al mismo tiempo, los fondos de sus pinturas, grises y oscuros hasta ese momento, se abrirían a una amplia gama de colores entre los que predominaba el ocre y el beige. Allá donde antes los espectadores veían opositores políticos ahora podían reconocer emigrantes africanos que llamaban a la puerta de Europa vestidos con sus coloristas atuendos. Un nuevo estilo que suponía una evolución en su larga trayectoria de compromiso social y que atraía un enorme reconocimiento internacional a la vez, pues despertó el interés de coleccionistas de muchos países.
Hortensia Herrero y Juan Genovés mantuvieron una estrecha relación personal que se tradujo en la adquisición de muy diversas obras suyas por parte de la coleccionista, que siempre le consideró uno de sus artistas valencianos predilectos.