Mat Collishaw es una de las figuras clave de los conocidos como Young British Artists (Jóvenes artistas británicos) que surgieron en Londres a finales de los ochenta. Collishaw participó en la exposición Sensation: Young British Artists from the Saatchi Collection que se inauguró en la Royal Academy of Arts en 1997 y que, como su nombre indica, fue toda una sensación pues atrajo a más de 300 000 visitantes y fue calificada por la BBC como un «éxito gigantesco», si bien la describió como «un espectáculo de imágenes gore de miembros despedazados y pornografía explícita».1
Collishaw crea un trabajo que enfrenta problemas de ambigüedad moral con imágenes formalmente impresionantes y atractivas. Al unir referencias a la historia del arte, la literatura y la era victoriana con la tecnología moderna, el artista presenta imágenes y objetos poderosos que a menudo recontextualizan el impacto de temas tradicionalmente inquietantes y siniestros.
Como explica la crítica de arte Rachel Campbell-Johnston, «es un legado de su infancia, o eso supone él. Nació en 1966 y fue el segundo de cuatro chicos criados en una vivienda de protección oficial de Nottingham. Sus padres eran cristadelfianos comprometidos. Cada miércoles y dos veces el domingo, el joven Collishaw asistía a las sesiones de estudio de la Biblia de una secta que, según parece, lo desaprobaba todo prácticamente, desde la educación de la mujer (su madre tenía que estudiar en secreto) hasta los aparatos de televisión… él emergió como un artista que, gracias a su educación, buscaba imágenes que pudieran transportar a los espectadores más allá de lo mundano. En el transcurso de más de tres decenios, este deseo ha fructificado en docenas de piezas imaginativamente complejas, con frecuencia técnicamente complicadas y de costumbre aclamadas por la crítica, que suelen funcionar asestando primero un golpetazo visual antes de empujar al espectador a otra forma de mirar».2
Su obra para el Centro de Arte Hortensia Herrero, Transformer, nació a raíz de un encargo específico de Hortensia Herrero para realizar una obra inspirada en las Fallas de Valencia, una de sus grandes pasiones. Tal y como afirma el propio artista, “las Fallas me parecieron una locura total, viendo lo que pasa aquí con estos ninots enormes de gente como Donald Trump, Ronald Reagan, o quien sea, este tipo de figuras políticas célebres de amor o figuras de odio que se exhibían y luego se quemaban. Todo el evento parecía una fiesta pagana, pero también incorporaba la idea de la celebridad, como algo propio de las redes sociales. Así que pensé que era realmente interesante y empecé a investigar un poco más y a remontarme cientos de años atrás hasta los orígenes de la misma, cuando parecía que los artesanos comerciales, la gente que realmente fabricaba cosas durante los oscuros meses de invierno, necesitaban iluminación, así que construían estas construcciones para tener sus velas. Y entonces, cuando llega la primavera, cuando se hace más claro por la tarde, no las necesitan tanto para trabajar, así que las sacan todas y las tiran a la basura. Y tenía que haber algún proceso para deshacerse de ellas, que era esta quema, y esta quema se convirtió en un ritual porque estábamos pasando por una transformación de los meses de invierno a los meses de primavera. Obviamente, un período crucial en el calendario pagano. Es un momento de renacimiento cuando empezamos a salir al aire libre y las plantas empiezan a crecer. Así pues, un momento importante en el que dependes de lo que crece y de si vamos a poder comer durante los próximos 12 meses. Y esto fue ganando fuerza hasta que los niños iban por ahí llamando a las puertas de la gente pidiendo pequeños trozos con los que construir objetos o figuras que luego se podían quemar como parte del festival”.3
Collishaw incorpora en esta obra imágenes reales de las fallas junto con otras de flores y mariposas que arden como símbolo del renacimiento, del fuego purificador que todo lo renueva, en una obra de una gran sensualidad.
Por su parte, Left in Dust surgió de una de las visitas del artista a los trabajos de restauración del Palacio Valeriola, donde pudo contemplar los restos encontrados del antiguo circo romano de Valencia. Esto le llevó a construir una obra compuesta por una pantalla de LED colgada del techo que recuerda la forma del circo romano y en la que proyecta una serie de caballos que empiezan a caminar, luego a trotar y acaban ante una multitud exaltada que los anima y vitorea en un claro homenaje a las carreras de cuadrigas. Collishaw explica que durante el Imperio romano «una de las fuerzas galvanizadoras que funcionaron como medio para pacificar a la población fue la elaborada organización del entretenimiento y los juegos, siendo los combates de gladiadores y las carreras de carros las principales atracciones en la arena. Sin embargo, a pesar de estos avances, los romanos difícilmente podrían describirse como considerados y compasivos. Hay un sufrimiento en ver a un caballo, libre para jugar y pastar, siendo cooptado en el loco frenesí de este teatro de entretenimiento. Es innegable que la palpitante sensualidad del caballo formaba parte del atractivo de estas carreras, y la locura de una multitud exaltada es un espectáculo irresistible y seductor4».
