La obra de este artista íntimamente unido a su tierra natal (Mislata, Valencia) se nutre de un paisaje caracterizado tanto por el entorno rural como por el industrial, con influencias que van desde los insectos que encontraba de niño en las acequias hasta las torres de las fábricas que poblaban esta zona cercana a la capital valenciana.
Aunque es más conocido por sus esculturas, Navarro se inició en el mundo del arte en 1964 como pintor, especialmente en papel. En 1968 abandona sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y en 1973 expone su primera ciudad en la galería Val i 30, también en Valencia. Con estas ciudades Navarro lleva la escultura a la horizontalidad, pues están compuestas por infinidad de elementos desplegados a lo largo del suelo que evocan casas, edificios, torres, fábricas… Todos los elementos que podemos encontrar en ellas. Estas piezas estaban realizadas en un primer momento en arcilla, un material muy ligado a su tierra, si bien posteriormente utilizaría metales como el zinc, el hierro o el aluminio.
La sensualidad y el erotismo también tienen un gran protagonismo en su trabajo, repleto de elementos fálicos y seres desnudos. Una sexualidad que puede ser tanto motivo de placer como de sufrimiento. Tal y como explica el propio artista: «El erotismo es una parte muy importante de mi obra. Por una parte está representado por el tótem, que no solo es un elemento humano y fálico, sino un símbolo de soledad y poder, como sucede con los rascacielos1».
Navarro fue seleccionado en 1980 para la exposición «Images from Spain» que tuvo lugar en el Guggenheim de Nueva York y que viajaría posteriormente por otros museos de Estados Unidos. En 1986 participó en la Bienal de Venecia representando a España junto con los artistas Ferran García Sevilla, José María Sicilia y Cristina Iglesias.
Ciudades como Valencia, Castellón, Bruselas, Barcelona, Vitoria o Zaragoza cuentan con esculturas públicas de Miquel Navarro. Este es uno de los aspectos que más ha trabajado el artista y por el que ha logrado un gran reconocimiento, pues muchas de estas esculturas se han convertido en un símbolo de la ciudad. Su obra forma parte también de la colección de instituciones como el Guggenheim de Nueva York, el Centre Pompidou de París, La Caixa, el IVAM o el Museo Reina Sofía de Madrid, entre otras.
Miquel Navarro ha impulsado una fundación, ubicada en Mislata, que lleva su nombre y que vela por proteger y difundir su obra.