Fundado en Japón por Toshiyuki Inoko, teamLab es un colectivo artístico internacional compuesto por más de cien especialistas en muy distintas áreas, pues incluye a artistas, programadores, ingenieros, animadores, matemáticos y arquitectos. Su práctica colaborativa huye del concepto de autor individual que firma su obra y busca navegar por la confluencia del arte, la ciencia, la tecnología y el mundo natural.
Según este colectivo, para comprender el mundo que nos rodea, las personas lo separan en entidades independientes con límites percibidos entre ellos. El objetivo de teamLab es trascender estos límites en nuestras percepciones del mundo, de la relación entre el yo y el mundo y de la continuidad del tiempo. Todo existe en una larga y frágil, pero milagrosa, continuidad sin fronteras. Al utilizar un lenguaje visual contemporáneo y tecnológico influenciado por la antigua cultura japonesa, la innovación y la tradición conviven perfectamente en su obra.
Las exposiciones de teamLab se han celebrado en ciudades de todo el mundo, entre ellas Nueva York, Londres, París, Singapur, Pekín y Melbourne. Este colectivo ha desarrollado muestras permanentes como «teamLab Borderless» y «teamLab Planets» en Tokio, «teamLab Borderless» en Shanghái y «teamLab SuperNature» en Macao, y tiene proyectos en marcha para abrir otras en lugares como Abu Dabi, Pekín, Hamburgo, Yeda y Utrecht.
Las obras de teamLab también se encuentran en la colección permanente del Museum of Contemporary Art de Los Ángeles, en la Art Gallery of New South Wales de Sídney, en la Art Gallery of South Australia de Adelaida, en el Asian Art Museum de San Francisco, en el Asia Society Museum de Nueva York, en la colección de arte contemporáneo Borusan de Estambul, en la National Gallery of Victoria de Melbourne o en el Amos Rex de Helsinki, entre otras.
La colección Hortensia Herrero incluye una obra de teamLab titulada The World of Irreversible Change (“El mundo del cambio irreversible»). Se trata de una pieza interactiva en la que aparece una aldea medieval japonesa poblada por labradores y samuráis y que está conectada con el exterior de la ciudad en la que está expuesta, de modo que la aldea presenta la misma climatología y estación del año que el lugar que la acoge. Al tocar la pantalla, el visitante puede enfrentar a los samuráis con los labradores, pero si esta interacción fuera demasiado intensa podría desatar una guerra total que arrasaría toda la aldea y la reduciría a cenizas. Si esto ocurriera, no habría forma de que esta obra volviera a su estado original, la vegetación se apoderaría de las ruinas e iría creciendo con el tiempo. Y es que hay acciones en la vida que no tienen vuelta a atrás, de ahí el título de la obra.