Tony Cragg es un artista que piensa a través de los materiales. Como él mismo explica: «Los materiales juegan un papel muy importante en nuestra vida diaria. Sin los materiales, no estaríamos aquí. Los materiales nunca se equivocan. Si hay algo erróneo, está en mi mente1».
De hecho, antes de emprender su carrera artística, Cragg trabajó como técnico entre 1966 y 1968 en un laboratorio de caucho. En 1977 se trasladó a vivir a la ciudad alemana de Wuppertal, lugar en el que ha residido desde entonces. Allí comenzó a realizar una serie de obras con materiales de plástico que recogía en las orillas del Rin y con los que luego componía formas reconocibles, como podían ser unas figuras humanas o la propia isla de Gran Bretaña. A esos trabajos siguieron otros más escultóricos, constituidos por distintas capas y estratos de objetos de procedencia industrial que comprimía en una especie de pastiches, influenciados sin duda alguna por su pasión hacia la geología. Tal y como él mismo afirma: «Yo pensaba en la geología. La distribución de los materiales. Las partículas como moléculas, células de un cuerpo, estrellas en el cielo. En un momento dado, las partículas alcanzan una densidad tal que se convierten en capas. La estratificación da una sensación de tiempo y tiene algo que ver con el crecimiento».
Ese contraste entre lo industrial y la naturaleza que está tan presente en Wuppertal se puede considerar una metáfora de la propia obra de Cragg, pues adapta formas que se encuentran en la naturaleza (esa pasión que tiene el artista por la geología lo ha llevado incluso a coleccionar fósiles) al mismo tiempo que plasma esas formas a través de materiales industriales tan variados como el bronce, el acero inoxidable, la fibra de vidrio, la madera o el cristal.
Y es que el trabajo de Cragg comienza con el dibujo. Las dos dimensiones lo permiten todo, no hay límites en el dibujo pero es cuando él intenta llevar esas figuras a las tres dimensiones es cuando aparecen las limitaciones, y ahí los materiales juegan un papel sustancial. El propio artista explica este proceso creativo de la siguiente forma: «Tengo que tener, más o menos, una idea sobre hacia dónde quiero ir pero es fantástico cuando llegas a un destino que no fuiste capaz de anticipar. Eso ocurre con algunas de las mejores obras. Y entonces dices, guau, esto es una experiencia completamente nueva para mí. Esa es la parte más apasionante de mi trabajo».
Su trabajo le llevaría a ganar el Premio Turner en 1988 y a representar a Gran Bretaña en la Bienal de Venecia de ese mismo año. Además, a lo largo de su carrera ha recibido infinidad de galardones como el de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, el de Comendador de la Orden del Imperio Británico o la Cruz Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, entre muchos otros, y ha sido nombrado académico de la Royal Academy of Arts de Londres.
Points of View es otra de sus obras icónicas, sobre la que ha realizado diversas variaciones. El título resume perfectamente una de las principales características de las esculturas de Tony Cragg, pues han de ser observadas desde muy distintos puntos de vista, por lo que es necesario rodearlas por completo para tener una visión de conjunto. Una de ellas, que formó parte de la exposición organizada en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia por la Fundación Hortensia Herrero y que posteriormente Hortensia Herrero donó a la ciudad, se encuentra ubicada en el puente de Monteolivete.Runner sería otra de esas obras icónicas sobre las que Tony Cragg vuelve una y otra vez. Una versión en acero inoxidable de un metro y medio de altura fue la primera obra suya que pasó a formar parte de la colección Hortensia Herrero. En palabras del propio artista: «El origen de Runner viene de las columnas elípticas que se vuelven más dinámicas. Una parte es vertical y la otra como un zigurat, pero puestas juntas se compensan la una a la otra y entonces tienes la sensación de que así son nuestras vidas. Refleja una forma de temor, de inquietud. Yo soy una persona ansiosa e inquieta. Es mi naturaleza. Siento en mi cabeza que las cosas van y vienen, y eso me gusta y no me gusta, y quiero hacer esto y no quiero hacerlo. Me rondan un montón de cosas en la cabeza».
Runner sería otra de esas obras icónicas sobre las que Tony Cragg vuelve una y otra vez. Una versión en acero inoxidable de un metro y medio de altura fue la primera obra suya que pasó a formar parte de la colección Hortensia Herrero. En palabras del propio artista: «El origen de Runner viene de las columnas elípticas que se vuelven más dinámicas. Una parte es vertical y la otra como un zigurat, pero puestas juntas se compensan la una a la otra y entonces tienes la sensación de que así son nuestras vidas. Refleja una forma de temor, de inquietud. Yo soy una persona ansiosa e inquieta. Es mi naturaleza. Siento en mi cabeza que las cosas van y vienen, y eso me gusta y no me gusta, y quiero hacer esto y no quiero hacerlo. Me rondan un montón de cosas en la cabeza».